Fuente: http://lectomania.educared.pe/2008/10/adios_a_los_libros.html
Desde hace varios años se viene hablando de la posibilidad de que los libros digitales terminen con los libros impresos. Este argumento pone de muy buen humor a los amantes de la tecnología y, en cambio, crispa los nervios a los defensores del viejo orden y a los amantes de los libros impresos. Dentro de este debate, se han dejado de lado los puntos medios. Sobre todo aquel que dicta que ambos soportes, tanto el digital como el impreso, pueden convivir tranquilamente en el mismo espacio.
Los futurólogos tienen la costumbre de anunciar las muertes y los nacimientos de forma prematura. En 1938, por ejemplo, The New York Times publicó un artículo donde se afirmaba que la complicada y novedosa máquina de escribir acabaría con el sencillo lápiz. Algunos años antes habían previsto que las puertas corredizas terminarían con las bisagras. No sucedió ni lo uno ni lo otro: bisagras y lápices se yerguen heroicamente. Asimismo los robots domésticos, las máquinas que hablan y una variedad de nuevas tecnologías han estado por casi cincuenta años siempre a punto de aparecer.
Hoy en día, a poco tiempo de haber iniciado la era digital, las predicciones insisten en que el libro impreso va a desaparecer, como el telegrama, el disco de vinilo o el ordenador analógico. Esta opción no resulta tan descabellada si se toma en cuenta el hecho de que son cada vez más las empresas dedicadas al comercio de libros digitales. Y no sólo las empresas, sino también centros académicos como la Universidad de Alicante, la cual decidió, a través del proyecto Cervantes Virtual, digitalizar buena parte de la literatura clásica española.
Una de las razones que motivaron que hoy podamos leer, por ejemplo, Novelas ejemplares en un soporte digital es el carácter más ecuménico y universal de los libros digitales. Sus defensores alegan que el hecho de que desde cualquier computadora del mundo con una conexión a Internet se puedan adquirir librosweb significa la democratización de la lectura y de la cultura en general. Sin embargo, si tomamos en cuenta que la cantidad de personas con acceso a Internet aún es muy escasa, cabe preguntarse en qué medida se puede acceder a un libro digital de manera más democrática que a un libro impreso. Además, e
s obvio, para adquirir libros digitales hay que pagar una cantidad de dinero que en muchos casos es mayor al precio de un libro impreso.
En torno a este debate se han tejido una serie de argumentos a favor y en contra de cada uno de los soportes. Quienes están a favor de los libros digitales sostienen que gracias a ellos se pondrá fin a los interminables estantes de las bibliotecas públicas y privadas. Esto es evidente, y sostienen que cuando el libro digital acabe con el impreso, bibliotecas que antes tenían, por ejemplo, tres mil ejemplares podrán permanecer seguras en unas pocas decenas de discos compactos. Una de las consecuencias del eventual fin de los libros impresos será, según sus defensores, el hecho de que menos árboles serán talados para
producir papel. Sin embargo, esta razón no es tan válida cuando tomamos en cuenta que buena parte del material consultado en una computadora termina siendo impreso y, por lo tanto, los árboles siguen siendo talados, en muchos casos, indiscriminadamente.
Aquellos que están a favor del soporte impreso sostienen que éste sigue siendo el más fácil de transportar, el más resistente y el más duradero. También afirman que los libros impresos no dejarán de existir debido a que están arraigados en la cultura y que, por lo tanto, no podríamos vivir sin ellos. Si bien este segundo argumento es válido, no determina la supervivencia perpetua del soporte impreso. Por ejemplo, hoy en día es muy difícil encontrar máquinas de escribir y basta recordar que cuando se pusieron a la venta las primeras computadoras y procesadores de texto, muchos no las compraron debido a que pensaron que sería un invento pasajero y que, además, no daba ninguna ventaja comparativa frente a la máquina de escribir.
Es necesario tener en cuenta que diversas investigaciones médicas han advertido que la lectura de los libros digitales termina causando fatiga ocular, visión borrosa y daños irreparables a la vista. Como consecuencia de lo anterior, la lectura de libros digitales no permite un rendimiento tan alto como el que permite la lectura de libros impresos.
La guerra está declarada y, como se puede notar, no existen puntos medios y esto, eventualmente, se deba a que, por un lado, los visionarios afirman que el ordenador matará al libro, en lugar de simplemente restarle importancia o funciones. En el otro extremo, los partidarios del antiguo orden aceptan implícitamente este punto y se sienten obligados no sólo a defender el libro apasionadamente, sino también a despreciar la tecnología que supuestamente acabará con él.
Los libros siempre serán libros sin importar el soporte en el que se distribuyan. Para esto es necesario entender una diferencia fundamental entre el libro-sustancia o libro-mensaje y el libro-objeto. De acuerdo a esta, antes es el libro-sustancia, ideado en la mente del creador que lo va a firmar en calidad de autor. Después vendrá el libro-objeto, que no es nada más que el soporte utilizado por el autor para hacer llegar su mensaje a sus futuros lectores. En esta medida, es posible afirmar que tanto los códices como los rollos como los libros tipográficos y como los libros digitales son lo mismo: libros-sustancia. Lo único que varía es el soporte en el que son distribuidos.
Entonces si todos los libros son libros, ¿por qué existe este debate? ¿Es que acaso es tan importante el soporte en el que se distribuyen? Umberto Eco sostiene que sin duda los libros digitales ganarán cada vez más terreno. Y, en base a ello, afirma que lo beneficioso será que buena parte de los libros impresos que no son valiosos culturalmente –léase catálogos de piezas, manuales técnicos, directorios, normas y registros legales, etcétera– serán digitalizados. Y es una ventaja porque de esta manera los libros impresos tendrán real importancia en la cultura de la humanidad y nuestras bibliotecas y librerías dejarán de estar pobladas por libros que no necesitan utilizar el soporte impreso.
El miedo al cambio siempre existirá. Pruebas hay, y de sobra. Como el abad del siglo XV Tritemio, quien escribió De laude scriptorium, extensa crítica de la nueva tecnología de la imprenta y que, aún admirando la técnica de la impresión en abstracto, no podía imaginársela en el entorno de una vida monástica.
Estamos en la era digital y los amantes de los libros impresos no podrán hacer nada para detener la avasallante carrera de los libros digitales. Sin embargo, la convivencia entre ambos soportes estará garantizada en la medida en que cada uno de ellos empiece a apropiarse de diversos tipos de libro-sustancia para publicar. Es raro: en esta guerra nadie va a morir. Por ejemplo, las enciclopedias impresas ya han perdido la batalla y hoy en día resulta más funcional tener en casa una digital. Pero, por otro lado, pareciera que los lectores de libros de humanidades seguirán prefiriendo el olor de la tinta fresca y el inigualable placer que causa leer un libro impreso.
1 comentario:
El adios esta cerca. Aunque seria una verdadera lastima, sobretodo porque ya nos acostumbramos a hacer lecturas largas sobre papel. Las pantallas cansan mas la vista, creo que eso hará finalmente la diferencia.
Saludos
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