La foto de Eisenstaedt


Si en su día la foto que inmortalizó el izado de la bandera de Iwo Jima significó para el mundo (o más bien para los Estados Unidos) el fin de la guerra en forma de esperanzadora victoria, esta foto no es menos digna de tal simbología, pero esta vez de verdad. La foto de Iwo Jima fue, en cierto modo, una farsa, porque la guerra aún estaba a varios meses de su conclusión y su famoso izado sólo hizo que la gente creyera algo que no era cierto.

Esta foto que hoy nos ocupa, ‘VJ day in Times Square’, es una foto de victoria y esperanza en toda regla. Aquí la guerra sí ha terminado. La sangrienta, cruel, devastadora y dantesca II Guerra Mundial ha sido concluida. Y la alegría, esta vez real, desatada e impulsiva, es lo que se ve al mirar esta imagen que ha pasado a la historia como eso precisamente: como el ataque más sincero de una alegría largamente deseada. Y lo de impulsiva lo digo al pie de la letra: en un súbito arranque de alegría, un soldado toma entre sus brazos a una sorprendida (y desconocida) enfermera en plena, festiva y abarrotada Times Square y le da un apasionadísimo beso en los labios fruto de la euforia más desenfrenada. Las calles estallan de júbilo a su alrededor, la magia lo impregna todo y un fotógrafo avezado está presto al disparo instantáneo de su cámara. La magia hace el resto y la imagen es ya parte de la historia del hombre del siglo XX. Así se le mostró al mundo cómo USA celebraba la victoria de su ejército sobre las tropas de Japón.

El fotógrafo era Alfred Eisenstaedt, pero ¿quiénes fueron los protagonistas de tan apasionado momento? Durante muchísimos años su identidad ha sido un auténtico misterio, al menos hasta que en el año 1979 una mujer, de nombre Edith Shain, asegura ser la enfermera besada (dice del beso que duró como siete segundos, fue cálido y no uno de los mejores de su vida). La imagen, publicada en la revista Life en 1945, había llegado entonces a sus manos, pero había mantenido su identidad oculta porque aseguró sentir “algo de vergüenza”… daros cuenta del momento exacto de la toma de la foto, esa sociedad del ‘American Way of Life’ (si habéis visto Pleasantville sabréis a qué me quiero referir)… entended a la buena de Edith.

“El muchacho me agarró, yo cerré los ojos y… después me dejó sola y yo me marché”. Asegura ella, echando por tierra las románticas ideas de quienes se esperaban una tórrida historia de amor y desencuentros tras aquel pasional beso. “Por supuesto que le dejé besarme, porque había estado en la guerra, luchando por todos nosotros, y realmente me sentí feliz de hacerlo”, afirma ahora sin remilgos la enfermera que entonces contaba con 26 lozanos años. En la foto EDITH SHAIN, LA ENFERMERA, 60 AÑOS DESPUES. (Foto: AP)

Desde 1979 la deuda de Edith con la sociedad está saldada. Hasta el propio Eisenstaedt asegura que, efectivamente, la hermosa enfermera que es tomada en un arranque de efusividad y llevada directamente al éxtasis de un beso lleno de victoria y alegría, es Edith Shain, y eso que otras dos mujeres aseguraron también ser ‘ELLA’. Hoy, esta buena mujer ronda los noventa y vive en la otra punta del país -California-, donde disfruta de su jubilación de maestra de escuela, sus nietos y sus retacitos de gloria. Se la pudo ver, no obstante, hace un par de años, inaugurando una estatua de J. Seward Johnson (llamada ‘Rendición incondicional’) que, de nuevo, la inmortalizaba como símbolo supremo de la alegría desbocada tras la guerra, en esa misma Times Square que vio el famoso beso en versión original sesenta años atrás.

La identidad del apasionado marinero es ya otro cantar. Y es que no han sido tres los hombres que han asegurado ser ese arquetipo de la victoria aliada, sino 11 los antiguos miembros de la marina de los Estados Unidos quienes pretenden tener el honor de haber sostenido en sus brazos a Edith el día de la esperada victoria. Son, entre otros, el policía retirado Carl Muscarello y el pescadero de Rhode Island George Mendosa (que hasta demandó a la revista Life). Aunque ninguno de los dos ha podido hacerse con tal honor, la pugna continúa.

Muscarello, tan anciano como Edith, lleva años firmando autógrafos como protagonista de la foto y rememora aquel momento siempre que pilla a alguna desprevenida ‘enfermera’, siempre entre risas y acompañado por un sorprendente buen humor. Mendosa, denuncia a Life mediante, ha llegado a recurrir a las más modernas tecnologías para demostrar que su hoy ajado rostro de 84 años, es el de aquel jovenzuelo marinero en plena efervescencia desbocada. Pero es difícil lograr dilucidar esta cuestión pasado tanto tiempo, porque es cierto que no se le ve muy bien el rostro al soldado y, todos los reconocen, hubo cientos de avispados marineros que sembraron mil besos en mejillas y labios de bellas y exultantes enfermeras ese loco día de alegría. Muchos de ellos no fueron fotografiados o, si lo fueron, nunca llegaron a saberlo. Ellos dos, como otros muchos, borrachos y presos de la euforia tomaron las calles de Nueva York, para celebrar con alegría el final de muchos meses de guerra y allí, entre bastidores, donde se mueven los que pasan desapercibidos, estaba Alfred Eisenstaedt, genial fotógrafo de crónica social, que aquel día consiguió su trabajo más reconocido.
Foto: VJ day in Times Square (Beso del marinero y la enfermera)
Autor: Alfred Eisenstaedt (Life Magazine)
Lugar y fecha: Times Square (Nueva York), 14 de agosto de 1945
Categoria: Fotoperiodismo / Sociedad (II Guerra Mundial)
Distinciones: Portada Life (agosto 1945)

Fuente: http://www.taringa.net/posts/imagenes/1683370/Lo-que-cuentan-las-im%C3%A1genes___.html

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