El todoterreno ruso de tres toneladas que atropella personas sin aplastarlas


El titular no es incorrecto, es real. Se trata de tecnología rusa, capaz de crear un todoterreno, llamado Trekol, que puede pasar por encima de una persona sin lastimarla, aunque quizás es más sorprendente (que no importante, porque la vida humana tiene más valor) es que pasa por encima de una bombilla y la deja intacta. Y sí, es un todoterreno de casi tres toneladas.
Concretamente es de 2,5 toneladas, aunque quizás llegados a este peso, nosotros no encontraríamos muchas diferencias si se nos cae encima un vehículo de 2,5 ó 3 toneladas... Siempre y cuando el Trekol no esté en medio...
Tal y como explica Ígor Varentsov, representante de la compañía diseñadora del todoterreno, el truco está en los neumáticos anchos, fabricados de goma especial. Estos provocan que el Trekol, aunque pese 2,5 toneladas, "la presión que hace sobre el suelo es de 100 gramos/cm2". Es decir, que puede pasar por encima de nuestro pie y apenas lo notaríamos... Con estas características, el vehículo puede pasar por caminos intransitables, cubiertos de nieve, y no perjudica el suelo de la tundra (habitual en Siberia), por lo que se puede utilizar en zona de vedado.


Pero hay más, porque el Trekol es un vehículo anfibio: "El desplazamiento de las ruedas le permite flotar y su giro lo desplaza", explica Varentsov en declaraciones que recoge la agencia rusa Ria Novosti. "Además, lo podemos dotar de un motor de lancha para cruzar ríos amplios", añade.
El Trekol ha calado hondo en el sector petrolero y gasístico, en los socorristas y, como no, entre los aficionados. Ahora los diseñadores planean ofrecerlo al ejército de Rusia. Aunque tampoco sería mala idea desarrollar esta tecnología en vistas de que no sólo los coches militares o todoterrenos disfruten de estas características, sino que se popularizara, ¿no?

El primer atentado con coche bomba de la historia


El hecho, conocido como Wall Street explosion o Wall Street bombing, ocurrió el jueves 16 de septiembre de 1920. Trágica coincidencia: el día y el mes por poco no son los mismos que los del 11 de septiembre de 2001.
Eran una época turbulenta. “La inflación que afligía el país y el aumento en la oferta de mano de obra con el regreso de los soldados habían contribuido a disminuir el poder adquisitivo de los salarios. Los habitantes de la ciudad y de sus cercanías sufrían las consecuencias de conflictos laborales”1. Cabría agregar las actividades de los así llamados “radicales,” el juicio a Sacco y Vanzetti, la preocupación por el comunismo ―denominada the Red Scare― luego de la Revolución Rusa y los llamados Palmer Raids, raids policiales encabezados por A. Mitchell Palmer, Attorney General durante la presidencia de Woodrow Wilson, para perseguir y arrestar a “radicales” y expulsar a residentes extranjeros incluidos en esta categoría.
Aquel aciago 16 de septiembre de 1920, un minuto después del mediodía, apenas terminado el sonar de las campanas en la cercana Trinity Church, un carro tirado por un caballo, cargado con dinamita y trozos de metal y detenido en la esquina de las calles Wall y Broad, explotó en pleno corazón financiero de Nueva York. Fue frente al número 23 de la calle Wall donde J. P. Morgan & Co. tenía sus oficinas. Era, se señala, la primera vez ―un triste antecedente― que se hacía explotar un vehículo cargado de explosivos para matar a un gran número de personas.
Era la hora del almuerzo y la calle estaba llena de gente. En las horas siguientes murieron 30 personas; otras 9, semanas después. Eran, en su mayoría, mensajeros, estenógrafas y empleados administrativos. Los heridos sumaron 400. Fue, en 1920, el mayor acto de terrorismo ocurrido hasta ese momento en los Estados Unidos. Fue, también, el mayor en Nueva York hasta la destrucción de las Torres Gemelas en 2001.
Otras bombas habían explotado con anterioridad en el país. Por ejemplo: en la reunión en Haymarket Square en Chicago en 1886 ―hecho vinculado a la historia del 1º de Mayo como Día del Trabajo― y la que afectó el edificio del diario Los Angeles Times en 1910. Estos graves incidentes, observan los especialistas, tuvieron causas y objetivos identificables. El hecho ocurrido, no. Fue la primera explosión en los Estados Unidos destinada a matar a cualquiera que estuviese o pasase cerca y a atentar contra las instituciones. Ninguna organización ni ninguna persona se atribuyeron el hecho. Se pensó que sus autores podían ser “radicales”; pero nunca se lo pudo comprobar.
El atentado en Wall Street tuvo importantes consecuencias. Influyó, entre otros aspectos de la vida en los Estados Unidos, en el surgimiento de una fuerza policial federal y en restricciones al ingreso de inmigrantes al país.
¿Cómo reaccionaron los principales ejecutivos del mundo financiero de Nueva York ante el atentado?
No sé si en aquella época se hablaba de crisis management o de un crisis committee como en la actualidad es posible que sí aunque quizás con otra denominación―; pero las medidas tomadas proveen al respecto un ejemplo que amerita un “caso” de estudio (a lo mejor ya ha sido escrito). La profesora Gage describió lo que se hizo de inmediato en un trabajo titulado “Business as Usual”: The 1920 Wall Street Explosion and the Politics of Forgetting2. A continuación resumo brevemente lo que dijo:
Los integrantes de la Junta de Directores de la Bolsa de Nueva York, reunidos unas tres horas después del hecho, decidieron, luego de consultar con otros destacados banqueros y hombres de negocios, que la mejor respuesta era ninguna respuesta.
Contrataron a un gran número trabajadores para trabajar toda la noche y limpiar y arreglar la zona con el objeto de minimizar el impacto de la explosión en los mercados financieros. La Bolsa de Nueva York, situada cerca de la explosión, había suspendido sus operaciones apenas producida ésta, decisión que tomaron otras bolsas alrededor del mundo. Luego de algunas consultas, se informó que las actividades se habrían de reiniciar el día siguiente, viernes 17 de septiembre, a la hora habitual; es decir, a las 10 de la mañana. Un diario señaló que, ante esta decisión, “todo Wall Street” se volcó a trabajar intensamente para reabrir el viernes 17 como de costumbre. Muchos recordaban el desastre de julio de 1914 cuando, al comenzar la guerra en Europa, la Bolsa permaneció cerrada durante seis meses. La explosión no era una guerra; pero se temía una colosal pérdida de confianza. El jueves 16 a la tarde los banqueros hicieron saber que, al reabrir, las principales instituciones financieras estaban preparadas para apoyar el mercado; esto es, comprar un número suficiente de acciones para asegurar una tendencia positiva.
La limpieza y el orden encontrados el viernes 17 causaron asombro. En muchas entradas se leía Business as Usual (“Abierto como de Costumbre”).
“No hubo ningún acto recordatorio oficial en el primer aniversario de la explosión ni ningún acto oficial para recordar a las víctimas. Tampoco se colocó una placa en el edificio del banco Morgan. Lo único que recuerda la explosión son las marcas en la pared de 23 Wall Street”.

-Fuente: “EL DÍA EN QUE WALL STREET EXPLOTÓ” Guillermo S. Edelberg DBA Profesor Emérito