La leyenda negra de La Batalla de Bailen


Hay quien recientemente se ha referido al episodio del confinamiento de los soldados franceses rendidos en la batalla de Bailén como uno de «los primeros campos de concentración de la historia».
Cómo en todas las guerras y en todas las batallas, en la de Bailén hubo vencedores y vencidos. Como ya ha descrito perfectamente para un trabajo divulgativo como éste el profesor Atienza Rivero, los ejércitos españoles al mando supremo del general Francisco Javier Castaños, que había sido designado tras el levantamiento de Andalucía el 26 de mayo de 1808, por la Junta de Defensa de Sevilla, para hacerse cargo de los ejércitos del Sur -hasta ese momento Castaños había ocupado el cargo de gobernador del Campo de Gibraltar- infligieron una severa derrota a las tropas imperiales francesas comandadas por el general Pierre Dupont, conde Dupont de l'Etang, que en el momento de la batalla llegó a disponer de 25.000 hombres, en Bailén.
De Bailén a Cádiz.
De este grueso de soldados imperiales, Menéndez Pidal y Liddell Hart centran en 17.635 hombres hábiles los que rindieron las armas ante los españoles. De este momento glorioso para la historia española y realmente universal, dan cuenta para la historia las creaciones de Casado de Alisal en el famoso cuadro que recoge el momento de la Capitulación de Bailén y en otra obra menos conocida del francés Maurice Orange, que recoge el momento desde la óptica francesa.
Sin embargo, son muy escasos los documentos publicados que hacen referencia al destino de los soldados rendidos en la batalla, que el destino llevaría a sufrir un durísimo cautiverio en el archipiélago de la isla de Cabrera en Baleares, previas las penalidades de su traslado, por toda Andalucía hasta Cádiz y el embarque hasta Baleares. Todo lo más un par de artículos científicos publicados en Historia 16, uno del erudito José Calvo Poyato de 1984 denominado 'Las tropelías de Dupont: antecedentes cordobeses al confinamiento de los prisioneros franceses en la isla de Cabrera' y otro de Fernando Romero Romero de 1996 denominado 'Prisioneros de guerra franceses en Villamartín (1808-1809): un preludio al confinamiento de la división Dupont en la isla de Cabrera' se ocupan de ello. De estos dos artículos se deducen las tremendas calamidades que sufrieron los invasores franceses desde la rendición hasta su traslado hasta Cádiz, en donde permanecieron controlados en pontones flotantes hasta el momento en que fueron embarcados y trasladados hasta la desolada isla de Cabrera en el archipiélago balear.
Se sabe que el paso de los 'gabachos' por los pueblos y villas de Andalucía fue tan lamentable como demostrativo de la ira y la rabia que el pueblo español expresó ante el invasor napoleónico: cantos, golpes, pedradas y otras muchas vejaciones eran desplegadas por los lugareños al tránsito de los cautivos de Dupont, que inicialmente fueron concentrados en la localidad de Villamanrique (Ciudad Real) donde sufrieron los rigores del tórrido calor sureño. A la llegada a Cádiz los soldados franceses fueron concentrados en las inmediaciones del puerto en numerosos pontones flotantes, donde la disentería, el hambre y la desesperación hicieron mella diezmando a los cautivos.
El traslado a Cabrera.
Hasta abril de 1809, nueve meses después de la capitulación de Bailén, duró la primera espera de los prisioneros. El embarque, que muchos pensaban que sería con rumbo Este y con destino a la liberación tras un canje por prisioneros españoles, se realizó en 16 navíos fondeados frente a la ciudad de Cádiz que dieron acogida a los miles de prisioneros, casi 14.000, que permanecían hacinados en las extrañas prisiones flotantes que los acogían; unos espacios inverosímiles en los que la vida era cada día más miserable; en los que el amontonamiento nocturno era más penoso que la promiscuidad diurna. Las pésimas condiciones que la existencia cotidiana les deparaba se vieron incrementadas por el mal tiempo y las tempestades que seguidamente hubieron de padecer durante el tránsito del Estrecho y la navegación del mar de Alborán y el cabo de la Nao hasta llegar a la bahía de Palma y posteriormente hasta la inhóspita isla de las Cabras -isla Cabrera-, donde continuaría la tragedia iniciada en Bailén. Tal vez el dato más anecdótico del dantesco viaje sea, frente a la muerte de decenas de hombres, el alumbramiento de una mujer cautiva, acompañante de un soldado francés, Jeanne, de la famosa pareja de gemelos que años más tarde morirían el cautiverio balear.
Los franceses de Cabrera.
Los más de cinco años -cinco años y un mes concretamente- que los prisioneros franceses vivieron confinados en la isla de Cabrera sin víveres, avituallamientos, agua, ropas, ni ningún tipo de asistencia humanitaria, fueron narrados años más tarde por los periodistas franceses Pierre Pellisier y Jéróme Phelipeau, que presentaron la 'gesta' en forma de relato novelado, basada en datos rigurosamente ciertos y fácilmente comprobables en fuentes de la época. La obra: 'Los franceses de Cabrera (1809-1814)', que tendría una edición española al tiempo del centenario de la Guerra de la Independencia, prácticamente imposible de encontrar, ha sido recientemente reeditada por una pequeña editorial mallorquina, Aucadena.
En ella se descubren los pasajes que rodearon la vida de los más de 13.000 hombres que sufrieron cautiverio en la isla hasta su liberación. Podemos imaginar lo padecido cuando al tiempo de la derrota de Napoleón debieron padecer hasta su liberación, entre el 16 y el 24 de mayo de 1814, en que sólo sobrevivían 3.000 hombres convertidos en eremitas, robinsones, 'tártaros' -recibieron este nombre los nuevos 1.200 prisioneros franceses trasladados desde Alicante en 1812-, enfermos, dementes, muy pocos hombres sanos y de orden y esclavos sometidos por el cruel gobernador Baltasar, enviado en 1812 para someter mediante trabajos forzados a los prisioneros, sofocando así sus deseos de fuga.
La vida en la isla.
Podemos imaginarnos la vida en la isla de aquellos más de 13.000 hombres que fueron desembarcados. En un pedazo de tierra sin apenas vegetación, sin agua, sólo un pequeño manantial, insuficiente, junto a la punta Ancioja, ante el que había que aguardar interminables horas para poder tomar un sorbo de líquido y sin más víveres que los que con cierta regularidad -cada cuatro días si no se olvidaba el avituallamiento a los militares españoles o se castigaba a los prisioneros- eran transportados a la isla en una embarcación y que consistía en un poco de pan mohoso, un puñado de habas y aceite de mala calidad. Vigilados constantemente por un bergantín inglés y dos cañoneras españolas que disuadían cualquier tipo de fuga -fueron varias las intentadas-, 'reconfortados' espiritualmente por los rezos y sometimientos del cura Damián Estelrich que llegaría a la isla el 18 de julio de 1809, aquellos hombres fueron capaces de organizar la vida y un sistema social con un consejo de notables, la impartición de justicia, la promulgación de normas que disciplinaban materias tan cruciales como la caza y la pesca, la creación de un hospital, la posesión y plantación de semillas, la construcción de un lugar donde se celebraban veladas teatrales, o 'trazar' calles con nombres parisinos como la del 'Palais Royal'.
Los pasajes que narra la obra sobre los intentos de fuga, los deseos de libertad, el traslado hasta Inglaterra, en 1810, de los oficiales y los suboficiales, la llegada del cura Damián Esthailer, la muerte de los gemelos de la viuda Jeanne, la locura de esta, la visión de miles de hombres desnudos o andrajosos, enfermos o dementes, sometidos por el hambre, la sed y el hastío, hacen de la experiencia determinada por el confinamiento, uno de los pasajes más terribles e innobles de la historia de España, que fue consecuencia de la 'gloriosa' batalla de Bailén.
La isla de Cabrera.
La isla de Cabrera, actualmente un islote adscrito al Ministerio de Defensa, es la mayor de un pequeño grupo de islas o archipiélago, un bloque calizo de unos 20 kilómetros cuadrados en el que ningún punto dista más de 1 kilómetro de la costa, desprovista de llanos y de protección arbórea, situada a 10 millas del Suroeste de la isla de Mallorca y a 40 leguas de la costa argelina. Un pedazo de tierra desolado en la que sólo se encontraban las ruinas de un antiguo castillete o fortaleza y en donde, a pesar de los intentos en el siglo XVIII de poblar la isla con 100 familias, según un memorial dirigido al rey Carlos III en 1772 por el letrado Tomás Villajuana, no se constató más existencia que tres pobres cabras que prefirieron inmolarse por un acantilado cuando fueron acosadas por los soldados franceses el día del desembarco.
Desde el 31 de marzo de 1230 pertenecía al pavorde de la Iglesia de Tarragona al haberle sido adscrita en beneficio por el rey Jaime I 'el Conquistador', quedando constancia de estar deshabitada desde el siglo XIII, así como de haber sido lugar de establecimiento de una antigua iglesia paleocristiana, cuyos restos aún pueden ser hallados, junto a otros numerosos restos arqueológicos fenicios, griegos, púnicos, romanos y medievales.
En ella murieron más de 10.000 soldados franceses apresados en la batalla de Bailén, los restos de los cuales fueron devueltos un siglo más tarde por el Estado español a la República Francesa, momento del que quedan importantes y emotivos testimonios en la prensa y publicaciones del momento, como la edición del diario francés que ilustra este artículo.
Testimonio del cautiverio y de los padecimientos de los franceses es la inscripción colocada en 1847, en una lápida de granito promovida a iniciativa del príncipe Joinville, hijo de Louis-Philippe, quien, junto a un centenar de 'cabrerenses' reunidos en París, en la que figuran las palabras: «A la memoria de los franceses de Cabrera», de la que existe una réplica desde entonces en la isla.
Fuente: http://www.ideal.es/granada/20080806/opinion/tragedia-cabrera-20080806.html
-Pasaje de la historia en mp3

1 comentario:

Anónimo dijo...

Os recomiendo la visión de CASABLANCA DE LLOBREGAT, dedicado especialmente a los que apoyan el CAC (centro de multas por rotular en castellano y cerrar emisoras por criticar al tripartit) y en especialmente a los que están por todo lo contrario.

A raíz de las multas en el barrio de Sans y otros en Barcelona por el CAC ha surgido este vídeo, es una tragicomedia digna de verse, para al menos reírnos de nuestros propios males. Por cierto, se ve claramente lo que podría pasar en expansión 'de los païses cat'.

(Es buenísimo, incluso verlo dos veces porque tal vez a la primera se pase de largo algunos detalles.)

http://www.youtube.com/watch?v=mEQShmIO2vI&eurl=
(unir en una línea se se corta el enlace)

Se ruega su difusión. Gracias